Maracaibo llega a sus 486 años esperando políticas públicas para sus problemas


Maracaibo, la tierra del sol amada; la segunda ciudad más poblada del país y el centro económico más importante del occidente venezolano; actualmente cundida de basura.

Maracaibo tuvo su época dorada y de eso no hay dudas. El petróleo se convirtió en el negocio más grande de nuestro país y la ciudad marabina gozaba de tales recursos. Sus calles limpias, asfaltadas; la ciudad, aunque siempre calurosa, resplandecía con vigor. Con una idiosincrasia particular y arraigada, llena de gente entusiasta, gaiteros que han inmortalizado los íconos y personajes de la ciudad, con calles llenas de coloridos paisajes y el imponente relámpago del Catatumbo, Maracaibo era una tierra llena de riquezas. Pero hoy, la realidad se ha transformado en un caos que ha llevado a algunos maracuchos y a algunas maracuchas —como yo— a migrar a otras partes del país. Y es que en la ciudad marabina todo parecía estar bien, era como que todo marchaba y avanzábamos sin pausas para ser una urbe importante y referente de Venezuela. Pero de repente la lepna contaminando nuestro lago dejó de ser la mayor de nuestras preocupaciones.


Los marabinos tenemos una razón general por la cual quejarnos —para no decir entristecernos, aunque resulta ser lo mismo—: el olvido. La basura se nos acumula en los frentes de casas y edificios, nuestros árboles siguen desapareciendo, la delincuencia organizada atemoriza a cada habitante, la mayoría obligados a pagar «vacunas» —un «servicio» ofrecido por delincuentes que «asegura» al pagador que su casa, negocio o automóvil no será robado—, por mencionar sólo algunos de los padecimientos.

Uno de los ejemplos por excelencia que podemos hacerle al visitante interesado es el del transporte público. Aunque existen microbuses y más recientemente líneas del «Bus Metro Mara», el transporte más utilizado por nosotros es el carro por puesto. Estos carros cubren muchas rutas de Maracaibo, pero el problema es el estado de los mismos. Los modelos más comunes son el Caprice Classic y el Malibú, también se encuentran el Conquistador y el Impala; todos modelos antiguos y no precisamente conservados como joyas clásicas. Se están desintegrando. Lo más común es que estos carros estén oxidados en sus puertas, pisos y los asientos en pésimo estado. Muchas veces el espaldar del asiento de adelante está sostenido por mangueras o cuerdas, para evitar que se desplome del todo hacia atrás.

Según estadísticas del IMTCUMA (Instituto Municipal de Transporte del Municipio Maracaibo) para el 2014 existían 118 rutas de transporte urbano y un total de 1.507 unidades de transporte. 428 son carros por puesto. Que a uno le sirva el aire acondicionado —necesario en una ciudad tan calurosa, donde las temperaturas pueden pasar fácilmente los 40°C— es un sueño; en todos mis años en Maracaibo solo llegué a montarme en 2 que sí tenían. Estas cifras solo contabilizan a aquellos que están inscritos en el Instituto y que son «legales», no «piratas» (los primeros tienen cocuyos en el techo —la señalización que usan los taxis—; los segundos, un papel en el vidrio). Los carros por puesto movilizan a más de 500 mil personas diariamente, teniendo una capacidad de 5 personas por carro.

Lo más preocupante es el constante foco de contaminación ambiental que estos representan para la ciudad. Expelen gases tóxicos desprendidos por el tubo de escape que generan nubes grises o negras. Estos gases afectan a la ciudadanía, causando enfermedades respiratorias. Además de los problemas ecológicos, está la contaminación sónica que estos generan. Los conductores no temen presionar la bocina cada 10 metros recorridos, sea para pedir paso, para exigir que el de adelante avance o para saber si la persona parada en la acera se va a embarcar… que si no se embarca, igual se tragará la estela de humo que dejará el carro al pasarle por el lado.

El problema de la basura es más grave aún. Las esquinas se encuentran llenas de bolsas de basura, muchas veces con líquido derramado por toda la calle, cuyo olor es insoportable para el peatón —es imposible dejar de pensar que eso está entrando a nuestro cuerpo y algo debe estar dañándonos poco a poco—. La misma imagen se repite en los frentes de casas, edificios y conjuntos residenciales. El camión del aseo pasa una vez a la semana, a veces una vez a la quincena, otras veces los vecinos se cansan de esperarlo y deciden pagarle a alguien con un camión que pueda llevarse la basura acumulada de semanas. La gente que vive en casas se ve obligada a congelar la basura en sus refrigeradores a la espera de que llegue el camión. El Instituto Municipal de Aseo Urbano (IMAU) declaró haber recolectado más de 440 mil toneladas de desechos sólidos en Maracaibo, durante el 2014.

Además, Maracaibo sufre con el tema hospitalario, económico y de desabastecimiento en los mercados. En mi pasado viaje a la ciudad, una señora me comentaba en un carro por puesto —tenemos esa costumbre de conversar con los otros pasajeros sobre nuestras preocupaciones— que su hija estaba hospitalizada y que el día anterior las enfermeras le comunicaron que debía llevarle el pollo o la carne a su hija, puesto que el hospital no contaba con dichos proteicos, solo podían suministrarle la sopa, el acompañante y el jugo.

Para el profesor y ensayista JL Monzantg, los responsables de invertir los recursos en la ciudad de forma equilibrada han fallado en su labor.

«Ya no hay la misma presencia policial en las principales avenidas, en las esquinas y semáforos más calientes de la ciudad. Son cogestores del deterioro físico de una ciudad que hasta hace unos 10 años había alcanzado cierto decoro urbano, al menos en sus principales sectores.

Estos cogestores han sido responsables de la risa con la que cualquier vecino puede expresar que le importa muy poco ser avisado sobre una posible denuncia policial en su contra, puesto que problemas mayores como la delincuencia organizada hacen que se preste poca o ninguna atención a problemas aparentemente menores como los que resultan de las contradicciones y conflictos cotidianos en la convivencia ciudadana.»

Como si todo lo ya señalado fuese poco, Maracaibo también enfrenta el problema del agua. El maracucho sabe que no puede bañarse en cualquier momento que quiera, ya que el agua no le llega todos los días, a veces ni siquiera le llega en toda la semana. Por eso, además de los tanques de agua situados en el techo de las casas, es común ver en un hogar zuliano pipotes pequeños, medianos y grandes que sirven de reserva «por si no viene el agua esta semana». Para el ingeniero químico Lenin Herrera, miembro del Centro de Investigación del Agua de LUZ (La Universidad del Zulia), «el problema del racionamiento es estructural, porque el sistema de distribución de la ciudad no tiene compensación. Normalmente, el sistema debe cubrir demandas en momentos picos: temprano en la mañana, al mediodía y en la tarde, cuando el requerimiento de agua aumenta. Pero el sistema actual no puede surtir la demanda de toda la ciudad en esos momentos[1]».

No obstante, la parte más importante de señalar problemas, es poder proponer cambios, la búsqueda de posibles soluciones que ayuden a ver luz. La ciudad necesita un cambio en sus políticas públicas y en su actitud ciudadana. Aunque la segunda es consecuencia de la primera.

En cuanto a lo que debe ser cambiado, Monzantg considera que:

«Además de los grandes problemas, que incluyen el deterioro de los servicios públicos, con verdadera urgencia la ciudad requiere cursos intensivos, sostenidos y masivos de formación ciudadana.

Por extraño que parezca, y por criticable que fuera el neologismo, el inciudadano durante casi quinientos años ha sido poco dado a cuidar las formas cívicas.
Diría que la cola, como esa modalidad de convivencia forzosa durante tantas horas al día varias veces a la semana y en medio de la violación al derecho que todo ser humano tiene al acceso al consumo sin perder las horas más productivas del día, ha permitido que el inciudadano alcance su forma más natural de expresión.»

La implementación de políticas dirigidas al mejoramiento de los servicios públicos y a la educación ciudadana, conllevarían a una conciliación entre el marabino y la ciudad. Estas medidas más que necesarias son urgentes. No es que el tiempo se agote, es que el tiempo sigue pasando y la calidad de vida sigue disminuyendo; es que hay cada vez más problemas y menos soluciones.

Este 8 de septiembre, a 486 años de su fundación, apelamos a la responsabilidad de las autoridades y a la conciencia de sus ciudadanos, por una ciudad mejor. Los marabinos merecen espacios para el sano esparcimiento, servicios públicos de calidad y mejores condiciones de vida.

Pero hoy mi Maracaibo parece una ciudad olvidada en el tiempo, sin amigos ni gente que la llore.

Por Alexandra Perdomo (@amnistia)
  • Ilustración principal de Gustavo Solís Núñez (Conoce más de su trabajo haciendo clic acá y acá)




[1] R, Luzardo. (05 de agosto de 2009). El agua en Maracaibo: un problema multicausal. Luz AdN. Disponible en: http://www.agenciadenoticias.luz.edu.ve/index.php?option=com_content&task=view&id=367

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