¿Quién dijo que leer no es una aventura?


El 85% de las personas que conozco, que admiten no gustar del hábito de leer, afirman que lo encuentran «aburrido». Desde que aprendí a leer no me he desprendido de los libros. Para mí, son una fuente interminable de conocimiento.

¿Hay algo mejor que sentarte a leer un buen libro? Hay libros de todo tipo, para cualquier gusto. Hay cientos de libros ideales para cada mortal. 

Aquellos que piensan que leer es aburrido, es porque realmente nunca han disfrutado de un libro. Leer nos regala la oportunidad de conocer lo desconocido, nos permite viajar a  lugares que ni siquiera imaginábamos, vivir en tiempos remotos, nos hace parte de una historia ajena y nos deja hacerla nuestra. Por medio de los libros podemos ver, y hasta llegar a comprender, el mundo a través de los ojos de otro ―el autor―. Un libro es una llave para llegar hasta los recovecos del escritor, para hurgar en sus amores, su sufrimiento, sus pecados y arrebatos, aquello que fue capaz de hacer, o lo que nunca hizo.

Hay libros que nos permiten recrear todo un mundo de fantasías, muchos de ellos cobran vida en nuestras propias vidas, apoderándose momentáneamente de lo que somos y, complacidos, dejamos que pase, que la historia del libro que leemos haga con nosotros lo que le plazca. Podemos sufrir al conocer el trágico final de Gregorio Samsa, o sonreír mientras lloramos con aquel viejo que amaba el mar, podemos descubrir, junto a Montero, que dentro de nosotros habita un escritor que aún no ha sido descubierto, o transportarnos a una isla a mediodía donde el olor del tomillo y de la salvia inunde nuestros sentidos. 

Los libros albergan un poder incontenible, suponen una fuerza tan poderosa que puede llegar a definir quiénes somos. Un libro puede cambiar para siempre nuestra percepción sobre algo, suelen ser los mejores acompañantes en los momentos de ocio, sirven de guías y suelen enseñarnos más que un académico. Puedo asegurar que lo que sé lo he aprendido de los libros. Sí, también cuenta la experiencia, mas los libros regalan sabiduría y conocimiento. Está demostrado que todo en exceso suele ser malo luego de determinado tiempo, leer es la excepción a esa regla. Leer nos hace libres, más que cualquier otra libertad.

Cuando las responsabilidades agobian y la calma se ha perdido, los libros son el medio para recuperar la tranquilidad, para escapar durante algunas páginas de todo el caos que pueda haber a nuestro alrededor. Leer es una aventura, es atreverte a entrar en mundos desconocidos, a conocer personajes que se asemejen tanto a ti que puedas sentir que vives su historia, que te dejes dominar por él. Los libros tienen vida, y su vida depende de cada uno de nosotros, los lectores.

Para muchos, libros es sinónimo de vejez. Libros es sinónimo de conocimiento y sabiduría ―sin distinción de edad, y si hay quienes no saben ni están conscientes de esto, les aseguro que sólo han deambulando, sin aprender más de lo que se creían capaces. Nadie está obligado a leer, pero es un hábito adquirido, y creo altamente importante que inculquemos en los más pequeños el maravilloso hábito de la lectura, sin alejarlos de sus programas de televisión ni de sus videojuegos, pero sí regalándoles un espacio para que descubran el poder de emprender grandes aventuras en esas pequeñas pero poderosas herramientas que son los libros.

Con los libros podemos ser dueños de las estrellas, o del tártato, podemos descubrir lugares inexistentes, escuchar la voz del mar, viajar sin ir a ningún lado, aprender idiomas que nadie conoce, encariñarte u odiar personas que ni siquiera existen, y, a la final, aprender un poco de aquel que ha estado siempre detrás de la pluma.   

Qué diferente sería el mundo si todos leyeran, al menos, un libro al mes, pero la fantasía dejémosla en manos de los expertos.


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